PRÓLOGO DE LA XPINA Cuando Vd., lector de este libro, se disponga a leer este relato poemado, y comience a ojear entre sus páginas, a buen seguro lo hará con la idea preconcebida que, de forma instintiva, se puede desprender del título de la portada, La Xpina. Pues la rápida asociación nos llevará a la imagen clara de una espina, es decir, de algo agudo y duro, alargado y punzante, afilado, hiriente, algo clavado. No en vano, implícita a la condición de la espina clavada, está la necesidad de extraerla, necesidad de apartar el dolor que produce en nosotros. De forma azarosa, encontramos en ocasiones los lugares más espinosos precisamente en torno al más bello rosal, que protege su belleza, su calidad de inalcanzable. Si en tu osadía tratas de arrancar una de sus flores, probablemente, acabes por sufrir la punzada de una de sus espinas. En ocasiones, las espinas no son más que alfileres prendidos del alma. Cuando arrancamos la espina, aún tarda un tiempo en desaparecer la sensación de tenerla clavada en nosotros, la sensación de raigambre vital que oculta tras de sí el sufrir, padecer por lo demasiado remoto, inefablemente abstracto como para ser uno mismo el afortunado que, ileso, lo acune en sus manos. En el pensamiento herido queda el consuelo del tiempo, que hace desaparecer el molestar y deja alivio, el corazón pleno de desquite. Es, finalmente, La Xpina un relato vital que, aunque en ocasiones muestre la decepción de la realidad, trata de aferrarse a los momentos vividos, rememorando los días de vino y rosas del pasado, pero a la vez mantiene una esperanza hacia el futuro. La obra, escrita desde el balcón de la madurez tiene la perspectiva privilegiada y contrastiva del tiempo que su autor, Guillermo Sastre, nos traslada a través de una retrospectiva por su peripecia vital. En las páginas de este libro encontramos poemas que son jirones de recuerdos arrancados aún palpitantes al recuerdo vivo llenos de sinceridad y sentimiento. Los vaivenes recibidos le conceden el conocimiento de los entresijos de la miseria humana y expone como reflejo de la debilidad que la vida moderna hace sentir al hombre urbano el continuo avatar en el que la tentación se clava como una espina que encontramos a un tiempo como fuente de dolor y de vida, pues la aceptación simultánea de que estamos vivos es la que en la misma medida nos hace encontrar también la felicidad, breve e intensa de sanar y curar la ausencia de cada espina una vez arrancada. Vicente Castro Rodríguez Autor de Teatro. ©2006 EDICIONES IRREVERENTES MADRID(ESPAÑA) . Más
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